viernes, 30 de diciembre de 2011

Comidas familiares. Sin parar. Con los tuyos, con los míos; con una parte de los tuyos, con la otra parte de los míos, con tus amigos y compañeros, con mis amigos y compañeros; fiesta en el cole, canta el nene; fiesta en el instituto, pintamos camisetas, lo que sea. En una de ésas, vamos a comer-merendar a un restaurante en el que nos sientan en una mesa grande junto a un enorme cuadro pintado por Mariscal. Mariscal no es pintor. Da igual. Uno de los asistentes a la comida-merienda emite un juicio sobre el cuadro. Dice: Es el cuadro más feo que he visto en mi vida. Desconozco si ese juicio iba dirigido a mí, como provocación. Soy el único asistente a la comida-merienda directamente relacionado con la pintura y los cuadros, hablando en general. Callo. Por qué callo. Se trata de la mujer de un primo hermano mío, a la que apenas he visto tres o cuatro veces en toda mi vida. El comentario ha sido dicho, digamos, a la mesa, sin dirigirse a nadie en concreto, como si le saliera de dentro, a la mujer. No seré yo quien defienda a Mariscal, a pesar de que el cuadro no me parece estrictamente feo; no creo que sea un buen cuadro, pero tampoco es feo. Me gusta provocar en las comidas familiares, pero no por el lado pedante, sino por el escatológico, el de las conductas sexuales, los vicios y las adicciones. No quiero entrar en una discusión sobre arte; no con la mujer de mi primo. Le parece feo el Mariscal, pues bueno.

¿Tiene que ser bonitos los cuadros? No lo creo. Un cuadro no tiene por qué ser bello. Tiene que ser digno, tiene que ser un buen cuadro, tiene que interesar por algo, tiene que tener muchas otras cualidades; pero no ha de ser obligatoriamente bonito. Hay y ha habido muchos ejemplos para ilustrar esto que digo (Goya, Bacon, Picasso, por nombrar pintores muy célebres). La belleza de las cosas es esquiva, imposible. Uno corre tras ella y se escapa, huye, siempre va más allá. Cuando se materializa, se convierte en tópico. A la mujer de mi primo yo le hubiese preguntado qué cuadros considera ella bonitos, cuál es su cánon de belleza en lo que concierne a pintura y cuadros. Probablemente esta pregunta hubiese puesto en evidencia a la mujer de mi primo. No se la hice, por supuesto. En su lugar, hablé de la sana costumbre de emborracharse en las comidas-merienda. Me llené la copa de vino. Serví a mi hermano y a mis primos. Eructé, luego, para acabar.

5 comentarios:

  1. Por suerte hace tiempo que los cuadros dejaron de tener que ser 'bonitos'. Además, como bien dices, primero habría que establecer qué se entiende o entendemos por 'bonito'.
    A veces, sobre todo en estas reuniones y celebraciones, es más conveniente y diplomático obviar esas cuestiones espinosas y optar por (re)llenar las copas de vino.

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  2. Por supuesto. Aunque a veces no hay que desaprovechar esas oportunidades para responder, pero tan puesta en la bandeja a lo mejor no tenía gracia.

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  3. Me chiflan tus diarios. A veces parecen situaciones sacadas de una cinta de Woody Allen, otras de una novela de Ardé, otras parecen historias de Javier de Torres. Ésta de hoy me ha recordado una canción de Love of lesbian, "Villancico para mi cuñado Fernando".
    P.D: Seguro que tu no-comentario dejó pensando un rato a la chica por qué.

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  4. hay que enseñar al que no sabe. Feliz año, son

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