domingo, 29 de enero de 2012



Esta tarde yo he entrado
en un McDonald's
y me he encontrado
a una vieja amiga.
Una de esas viejas amigas
a las que ni siquiera
hace falta saludar.
Con una mirada basta,
medio segundo. ¿Ese tipo es...?, ha debido
pensar. Esa tía es..., he pensado
yo. A partir de ahí,
a disimular. Mi vieja amiga
se ha dedicado a repasar
todas las ofertas del restaurante, una por una;
hasta que, por fin, le han servido
el menú infantil
que estaba esperando.
Entonces ella ha llamado
a una niña pequeña que andaba por allí
y le ha dicho: Ya tienes tu cena,
vámonos a casa.

Me ha llegado el turno.
También yo he pedido
un menú infantil
para mi hijo pequeño.
Esa tía ha envejecido mucho, he pensado.
Alguien me ha reclamado
que abandone el puesto en la cola.
Puede ponerse aquí,
me ha indicado. (Justo el lugar
que ocupaba mi vieja amiga
momentos antes.)
Mientras yo esperaba
me he dedicado a evocar escrupulosamente
mi vieja y alcohólica amistad
con aquella desconocida,
con una mezcla de indiferencia
y nostalgia.

3 comentarios:

  1. No deja de impresionarme la fuerza que ejerce el tiempo sobre las relaciones. Para bien y para mal. Para ni siquiera saludar a esa mujer que en otro tiempo intimó contigo o fuiste su confidente incluso o lo fue ella de ti. No deja de ser tenebrosa esa fuerza.

    ResponderEliminar
  2. Y encima alimentáis con fast-food a los retoños (¿follásteis en su día?) Ella ha pensado lo mismo de tí: "¡qué viejo está ese tío...!"

    ResponderEliminar
  3. queda implícito, lans, ¿hace falta decirlo todo?, ¿sabemos, a estas alturas, sacar conclusiones?

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.