miércoles, 1 de febrero de 2012



Stoner, la novela de John Williams, va de un hombre normal. Stoner es a su vez una novela normal. En ella nada aparentemente se sale de la normalidad; de un realismo tibio; unas descripciones no excesivamente minuciosas y una opacidad que es casi como la del mundo, en el que las cosas pasan siguiendo una lógica a menudo incomprensible, azarosa y banal. La trivialidad del mundo a menudo convierte la vida de la gente normal en una cosa correosa y pesada, a veces difícil de sobrellevar. Finalmente, nuestras tristes vidas acaban y nos damos cuenta de que no hemos adivinado nada; nos hemos limitado a trampear, muchas veces, demasiadas, mezquinamente, como bien hemos podido, haciendo equilibrios con los resultados de nuestra mediocridad y aquello que los que nos rodean han querido hacer de nosotros. Tal vez no seamos conscientes de lo difícil que se lo ponemos a nuestros semejantes; apuñalamos las veces que haga falta la libertad de nuestros seres queridos y sus ambiciones, con el único objetivo de calmar nuestras frustraciones. Siempre levantando la voz para no decir nada; sin darnos cuenta de que finalmente seremos aplastados y anulados y yaceremos inertes en la nada suspendida de la historia.

Lo fácil es ser maximalista, pretencioso y mencionar la aparente profundidad de las cosas, rozándola y citándola como un espejismo de lo profundo. Los mediocres caemos constantemente en este tipo de defectos; los sin talento sentimos el reflejo aparente de lo profundo. Lo difícil, al contrario, es despojarse de cualquier pretensión y encontrarse de lleno con una dimensión de lo vívido. Yo no conozco las otras narraciones de John Williams; creo que Stoner es lo único que se ha traducido al castellano. Me llama la atención que solamente Stoner haya trascendido. No puede ser tanta la casualidad. Por otro lado; un equilibrio tan difícil no puede ser sino el producto de una casualidad. La novela de John Williams guarda como digo un equilibrio oculto, de un raro realismo.

¿Qué ingredientes componen una novela como Stoner, armada de la naturalidad de lo no dicho, que nunca cae en la aparente profundidad de un psicologismo estéril? ¿Qué encontrar en el continuo exilio de John Williams, en su ocultamiento sin tregua? William Stoner tiene la inocencia necesaria, el volumen de simplicidad del hombre normal, a merced de las inclemencias de las voluntades del otro y los designios huecos de una vida sin sentido. Es el hombre clásico, sin determinación precisa o con una voluntad de vivir indisolublemente condicionada por los avatares del mundo. (Al hombre clásico le sucede el hombre moderno, empeñado en imponer su voluntad trasformadora; yo nunca he pasado de lo clásico y muchas veces lo lamento, pero ésta es otra historia, inadmisiblemente mía y que aquí no tiene más importancia; clásico o moderno da igual, tiene que dar igual a la hora de desvelar el misterio de Stoner, su normalidad velada de interferencias silenciosas, de tensiones imprecisas y angustias realistas.) John Williams yo creo que es un Robert Walser sin tragedia, sin paseos y sin mito. Un Robert Walser cuerdo, fumador, tal vez, soportando sus neurosis hasta un ataque final del destino; calmado de estridencias y perseguidor total de la huella o la sombra. John Williams, el John Williams de Stoner, es también un John Cheever de clase media, de un realismo sangrante y sostén de una cotidianidad dolorosa.

3 comentarios:

  1. Yo me pasé la novela esperando un golpe de timón del personaje, un puñetazo en la mesa, un grito, algo que lo sacara de la mediocridad que reinó toda su vida; dejó escapar al amor de su vida al más puro estilo Casablanca, dejó que su única hija creciera en la infelicidad... Una visión desalentadora del hombre que te dice que al final, en tu lecho de muerte, cuando miremos atrás, más que arrepentimiento, sólo habrá equivocaciones.
    Muy buenos tus comentarios, como casi siempre.

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  2. Y sin embargo, en mi opinión, ese puñetazo en la mesa que echó de menos Céfiro es lo que hubiera jodido la espléndida novela que comentáis y la hubiera convertido en una d etantas.

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