jueves, 17 de mayo de 2012



Casi un lustro sin Umbral; esto es, sin Francisco Pérez Martínez. Porque Umbral sigue, se vuelve a editar. Rancio, como siempre, pedante, decadente, falso dandy, tardío, caricatura de sí mismo, señor mayor, aun siendo joven, lírico de pacotilla, excesivo, egomaníaco, trepa, lameculos, traidor... Yo qué sé. Desde que empecé a leerlo he ido descubriendo muchos umbrales. A mi modo de ver, Umbral sobrepasó todos sus límites; fue muy poco justo con su talento. Rizó el rizo demasiadas veces. Pudo haber sido muy grande, probablemente. O tal vez no, es posible que él mismo fuese consciente de no poder alcanzar las cotas de sus grandes modelos, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la Generación del Veintisiete, también Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna y Pablo Neruda. Umbral era otra cosa; quizá un producto de su época, para mal, y de su propio provincianismo de origen vallisoletano. Deudor de un lirismo modernista, pasado de moda, y, al mismo tiempo, promotor de una nueva moral provocadora y abierta al sexo, individualista y fálica. Rara mezcla del modernismo frondoso de los que ya he citado y el vitalismo nihilista de los norteamericanos Henry Miller y Charles Bukowski, que también leyó nuestro Umbral cuando empezaron a ponerse de moda.

Si una virtud tiene Umbral es que lo dice todo. De manera enroscada, muchas veces, con ese lenguaje suyo metafórico, lo va contando todo, la trastienda de su oficio de escritor, sus ganas tremendas de alcanzar gloria y celebridad, su apego por el famoseo (esa guapa gente), sus opiniones sobre sus colegas escritores, cualquier cosa. La literatura de Umbral es cualquier cosa; eso es a mi modo de ver lo que la hace moderna. Su estilo me gusta menos. Me parece antiguo, rancio, irreal. Umbral escribe como apariencia; para vestirse, al contrario que otros escritores, que escriben para desnudarse. Umbral en efecto se hizo un traje, o muchos, con sus libros; es decir, la literatura le disfrazaba y con ella, ese disfraz de escritor antiguo y moderno, funcionaba en la vida. Digamos que Umbral tuvo en sus libros una actitud moderna, nueva, y sin embargo los adornó con un lenguaje viejo, clasicorro y excesivamente afiligranado.

Hay algo que me gusta poco en Umbral. Sus provocaciones han envejecido mal, a mi modo de ver. Ese folleteo suyo, tan como de broma y tan poco pasional. Como si se las follase a todas de mentira, sin desvestirse o sin quitarse el disfraz. Como bufonada, ese folleteo suyo apunta menos a la crudeza sexual (y moral) de los norteamericanos Miller y Bukowski, que a la parida patria, típica de la época de la Transición y del "destape español", aunque el mismo Umbral creyera lo contrario. Umbral no es un individualista libre y desclasado, autodestructivo y solitario, como los americanos, sino un artista provinciano y contradictorio, que pretende para sí mismo un prestigio lírico y social como el de sus grandes modelos modernistas y que no sabe muy bien cómo superarlos, con esa actitud suya de hombre cínico, machista y dispuesto a follárselas a todas.

De Umbral me gusta su tristeza. Un pesimismo de fondo, que corrompe su apariencia de hombre frívolo. El desastre de Umbral, airado y sin importancia; que se trasluce en esas novelas umbralianas, a su vez desastrosas. En cierto modo Umbral fue un antinovelista, al igual que Nicanor Parra dice ser un antipoeta. Las novelas de Umbral son en efecto un desastre absoluto, sin estructura, contruidas casi por azar, con un recorrido caprichoso y sin una trama a la que agarrarse para seguir leyéndolas. Sus novelas son como meterse en la cabeza de Umbral, el personaje, y entrar de lleno en sus divagaciones de escritor ilustre, pedantorro, afrancesado, decadente y follador literario. Umbral te lo cuenta todo al mismo tiempo; él lo llama en sus libros "simultaneidad".

Francisco Umbral fue un cobarde. No supo sufrir el desprestigio y la pobreza. Se escondió siempre destrás de sus ilustres valedores, arrimándose sin pudor a las ascuas del poder; comportándose, sobre todo al final, en las últimas décadas de su vida de escritor, como un bufón derechorro y conservador, utilizando ese supuesto virtuosismo suyo para divertir a la derecha rancia que lo acogió al final. Dejó inédito un libro cobarde, dirigido a su mujer, compañera silenciosa en sus años locos de follamodernas en la Movida. Un libro triste y cobarde en el que le dice que no la ha querido nunca, pero que le agradece que siempre haya estado ahí, fiel (ella sí), soportando sus desaires y sus flirteos, para que él pudiera sentirse un poco menos perdido.

7 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno, J.M. qué despiadada, demoledora, falta de toda compasión está reseña-retrato tuyo de Umbral. Te diré que es este tuyo un relato magnífico lleno de verdades, y sin embargo, inexacto, falso en conjunto como toda verdad a medias (la peor de las mentiras), porque Umbral, además de todo las cosas que vas soltando y que, insisto, son muy exactas y ciertas, ‘también’ fue un artífice genial de palabras e idioma en sus columnas breves (y no en sus malas y desestructuradas…¿novelas?) y autor de un libro de prosa lírica bellísimo a mitad del siglo pasado, probablemente el mejor en su géenro junto al Alfanhui de Ferlosio: Mortal y Rosa (donde, por cierto, sí que se desnuda). ¿Entonces? Entonces, lo que bien dices, escribió y sobre todo publicó demasiado, fue su peor enemigo, hoy diríamos que un idiota emocional, y administró su carrera con una compulsión horrida y obsesionada con que le prestaran atención como el niño mimado y a la vez poco querido que fue en nuestra literatura. Un tipo digno de admiración y de compasión, a la inversa del mucho más calculador y buen administrador de su fama que fue su mentor Cela, este sí, un cabrón con pintas.

    P.D.- el otro mentor de Umbral, Delibes, supo labrarse una discreta vida provinciana lejos de los focos y crear una obra que será patrimonio del futuro después de verse hoy tras su muerte inevitable y yo creo que momentáneamente condenada al olvido. Pero Delibes no le parecía ni de lejos un modelo de vida a imitar por Umbral; él quería focos y relumbrón, olvidando que hay que tener mucho cuidado con los cabrones de los dioses porque a veces te conceden tus deseos.

    Descanse por fin en paz.

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  2. item mas:

    Cela sería Dalí

    Umbral quiso ser Picasso y se quedó en una mezcla de pintor de escenas de caza y unas gotas de Cezanne

    Delibes fue Ramón Gaya, o quizás Morandi

    (Insisto, sin paradoja ue valga, que este post me parece magnífico, pero parcial y, por tanto, injusto, digno del propio Umbral)

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  3. pues yo he pretendido ser justo; conste que leer a Umbral me gusta mucho, por eso que dices ("artífice genial de palabras e idioma") y porque sus malas novelas a mí me gustan precisamente porque no son novelas sino, como digo, cualquier otra cosa; todo eso me interesa mucho...

    pero me da rabia que fuera tan patán y se dejase seducir por ese ambientillo de la época, que probablemente lo hizo peor escritor;

    Mortal y rosa, claro, es genial, su libro más profundo, fruto del dolor; pero no creo que se desnude tanto; en ese libro también imposta y se protege, toca a su hijo muerto como con pinzas, lo convierte en una cosa irreal, como si nunca hubiese existido (para protegerse del dolor, tal vez);

    curiosa su amistad con Delibes, como dices, el escritor contrario a Umbral: humilde y seco... yo opino igual que tú, Delibes tiene otro recorrido, será recordado en el futuro como una especie de Baroja vallisoletano...

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  4. Delibes además fue amigo mío, tuve ese privilegio. El hijo homónimo fue colega de profesión, unos años mayor que yo, en Biología, pero don Miguel le demostró a un bobo solemne como era yo entonces que hay buena gente de derechas, conservador, y tal

    En Mortal y rosa, Umbral se desnuda, a mi juicio, lo suficiente. Tampoco me gustan los exhibicionistas extremos

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  5. Yo también pienso que Mortal y rosa es obra maestra porque no cae en lastimería alguna, en exhibicionismo como dice Lans. Si hubiera dado un paso más, el libro hubiera sido otra cosa.
    Yo me quedo con el Umbral más lírico, por razones obvias, porque creo que en ese terreno ha habido pocos, muy pocos que sepan nadar mejor que él. Ni tan siquiera Delibes, que lo intenta en varias obras... en "Señora de rojo sobre fondo gris" a mi me sonroja, lo siento. En otros terrenos no pero en ése hueco concreto, Umbral es el rey.
    Me ha gustado eso que dices, J.M. de que "Umbral escribe como apariencia; para vestirse, al contrario que otros escritores, que escriben para desnudarse." Tenía ese ego.
    Y también me gusta la metáfora que hace Lans de Delibes (con Ramón Gaya). Aunque veo más arriesgada y más valiente -aunque haya trascendido menos- la propuesta del murciano.
    P.D: ¿Cómo van esas manifestaciones, J.M.?

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  6. hombre, Mortal y rosa es exhibicionismo puro; ríete de los realitis televisivos... lo que ocurre es que es exhibicionismo, digamos, de altura, literario, poético, pero exhibicionismo al fin y al cabo;

    yo creo que Mortal y rosa es en esencia el mismo libro que Umbral escribe siempre; de hecho, creo que en su momento pasó bastante desapercibido y nadie dijo hasta mucho más tarde que ahí estaba el mejor Umbral; yo creo que lo único que diferencia Mortal y rosa de los otros es, justamente, el dolor;

    no acabo de ver la comparación entre Delibes y Ramón Gaya; los he leído poco, tal vez; Lans sabrá por qué lo dice;

    en cuanto al tema docente, me parece vomitivo, todo; los sindicatos valencianos proponen unas jornadas de huelga sin coordinarse con los de otras comunidades, luego las cambian y así vamos, cada diez minutos hay una manifestación; los críos, de fiesta, la alcaldesa, tirando petardos para celebrar no sé qué virgen; y yo, enfermo, de baja y encamado...

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  7. JM: mi comparación de Delibes con Gaya era con la pintura de este último, no con sus ensayos y memorias y otras escrituras escritura; como la de Dalí (mejor escritor y escenógrafo en mi opinión que pintor) con Cela también o la de Umbral (frustrada) con picasso/Cezanne.

    En el exhibicicionismo, como en todo, hay grados, los justos, nuevamente en mi opinión, en Mortal y rosa. Y todos escriben siempre el mismo libro, hasta el recien fallecido Fuentes, que cambiada de uno a otro como un camaleón, pero seguía siendo 'ese' camaleón concreto)

    Céfiro:
    El delibes que me gusta no es el del lamento de la muerte de su mujer que citas, precisamente ese, no: es el de Viejas historias de Castilla la Vieja, La mortaja, Diario de un cazador (y un emigrante), El camino y, sobre todo, Las Ratas, que considero una obra maestra por encima de El jarama de Ferlosio y al nivel de El hombre de los santos de Jesús fernández santos, por citar coetaneos suyos

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