domingo, 7 de octubre de 2012




Tengo días grises y momentos negros. No soy feliz.
A pesar de todo, no conozco a nadie con quien quisiera cambiarme;
el corazón se me encoge al imaginar que yo pudiera ser tal o tal otro de mis conocidos.
No, no quisiera ser ninguna otra persona.
En mi primera juventud sufrí mucho por el hecho de ser feo, y en mi abrasador deseo
de ser guapo me tenía por un monstruo de fealdad. Ahora sé que mi aspecto es
más o menos el de todo el mundo. Lo cual tampoco me pone muy contento.
No me hago grandes ilusiones sobre mí mismo, ni en la cáscara ni en las entrañas.
Pero no quisiera ser otra persona.
Queremos ser amados, a falta de esto admirados, a falta de esto temidos, a falta de esto
odiados y despreciados. Queremos suscitar en los demás alguna especie de sentimiento.
El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio.

4 comentarios:

  1. y sin embargo, la mayoría de mis semejantes me son indiferentes

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  2. Ansía de comunicación, de expresión... todos con nuestro móvil y nuestro blog y nuestro cadáver exquisito de discurso que imponer.

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  3. yo creo que esto resume cualquier acto de comunicación; como dice Bernhard, el tipo que planea bombardear un campus universitario ha agotado todas las posibilidades de ser amado, admirado o temido, y se conforma con ser despreciado y odiado

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  4. Cualquier cosa menos que te fustiguen con el látigo de su indiferencia, y sin embargo...(volver a mi primer comentario, claro que a la humanidad -ente abstracto donde los haya- yo tambien se la sudo)

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