martes, 27 de noviembre de 2012




Javier Morant se retuerce de angustia. No puede dormir con placidez. Tiene la sensación de que la muerte se le ha marcado en la cara, apropiándose de las facciones como les sucede a los drogadictos. La mirada hundida en unas ojeras amplias y oscuras. En el retrete, en medio de una tormentosa diarrea, Javier Morant reflexiona acerca de Marcel Proust. ¿De dónde salen sus historias? ¿De la experiencia? ¿De la imaginación? A menudo se dice que Marcel Proust es el paradigma del escritor memorioso. Inclusive, Josep Pla llegó a decir, sorprendido (aunque tal vez con ironía), que le parecía increíble que Proust pudiera acordarse con tanto detalle de acontecimientos muy lejanos en el tiempo. Pla fue un escritor de lo inmediato; hizo como todo el mundo sabe una literatura diarística; de manera que en su obra más celebrada, El quadern gris, sencillamente, reescribe sus diarios de juventud bajo la perspectiva de la ancianidad. En Pla hay una reelaboración de lo inmediato; pero, ¿y en Proust? En Proust hay invención. No puede ser de otra manera. Javier Morant opina esto para sí mismo, mientras sufre retortijones y angustias. En Marcel Proust se manifiesta la memoria, pero a su vez la invención. Sí, opina, Proust se lo ha inventado todo.

3 comentarios:

  1. La diferencia entre Pla y Proust, al margen de calidades y capacidades de observación, parejas, es la que existe entre las acelgas hervidas y los volavent a la creme

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  2. Y, por cierto, pla era uno de nuestros más absolutos afrancesados desde Goya. Véase sus crónicas parisinas de juventud

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  3. de ahí su fascinación por Proust; sin embargo, como dices, sus estilos son radicalmente distintos; algo que has ilustrado muy gráficamente con las acelgas y los volavent

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