lunes, 14 de enero de 2013




Todos los trucos de la peli de Haneke te los conoces. Sobriedad. Planos fijos cuidadosamente elegidos. Interpelar al espectador con el plano (fijo, largísimo) del público de un espectáculo (como diciendo, lo que os voy a contar os concierne, vosotros mismos podréis ser los protagonistas). La metáfora de la paloma (el alma que se libera, sale, vuela, es abandonada por quien la libera).

Y, sin embargo, uno es incapaz de no dejarse seducir por la congoja. Haneke nos cuenta el final de un ser humano. Un final vulgar; privilegiado, inclusive. Miserable, como todos los finales.

Uno no puede dejar de recordar los (escasos, por suerte, o por ahora) finales que ha presenciado. La cercanía de esos parientes uterinos que se dejan morir en nuestra presencia. Que se van apagando hasta que dejan de ser ellos mismos.

Su película más dura, dice ella. La más normal y, al mismo tiempo, sí, tal vez, la más dura.


2 comentarios:

  1. Entiendo lo que dices. Aquí en la ciudad hay muchas estrellas que se apagan. Cada día. Una pareja de ancianos que camina de la mano cada tarde. Un día el anciano no tiene mano que asir. El perro está incluso más viejo que él. El anciano lo pasea y no mira a nadie. Su vida ha desaparecido pero él, sin saber por qué, sigue vivo. Cómo vivir así? Por qué esa agonía? No sé si quiero ver esa dura película. Haneke siempre me deja muy mal cuerpo. Al mismo tiempo me hace crecer. O envejecer. Ya no sé.

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  2. la peli es muy buena; pero, como dices, deja mal cuerpo

    saludos

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