sábado, 21 de septiembre de 2013




Todo experimento artístico, literario, vital o del tipo que sea, acaba teniendo como colofón un best-seller. Ya puede ser rara la cosa que siempre habrá alguien que, tiempo después, bien digerido el tema, sepa sacarle partido, construir una industria en torno a ello, hacer negocio.

David Markson es un escritor que ha ahogado su ego literario en una auténtica constelación de referencias culturales. Se ha situado literariamente en el límite. Sus libros no son libros, no son novelas, no son poemas. Son colecciones de reseñas, de anécdotas verídicas o no de una multitud indiscriminada de personajes históricos. Digamos que Markson ha procurado tensar al máximo nuestra, ya envejecida y decadente, cultura occidental. En sus libros aparecen y desaparecen, de un modo fugaz, aparentemente intrascendente, personajes de reconocida relevancia cultural. La Historia estallando, disgregándose, disolviéndose. Nuestra caduca cultura parece reírse de sí misma en los libros de Markson. Ya no hay más, parece decir el escritor. Queda el desfile de personajes desprovistos de sus importancias.

Pues, bien, David Markson ya tiene su correlativo best-seller. Ya hay alguien que ha cogido esta cosa derretida que hace Markson y ha elaborado un caldo bueno para todos. Al menos, yo lo veo así. El tipo se llama Florian Illies y ha escrito un libro titulado 1913: un año hace cien años.

Illies, para hacerlo comestible, ha cogido la habitual dispersión de Markson y la ha concretado en un año. Y le ha salido perfecto, redondo. Con toda aquella caterva de personajes circulando por el libro, es decir, por el año. Kafka, Joyce, Stalin, Hitler, Duchamp. Paseantes de aquel año decisivo, previo al estallido de la Primera Gran Guerra.

Como Markson, aunque con menos mordiente, Illies busca la anécdota irrisoria, la parte burlona e intrascendente de la Historia. El lado absurdo; que no encuentra explicaciones a los sucesos posteriores sino que lo que busca, y encuentra, son sus significados paradógicos.

Markson es más literato. Illies es más historiador. Es por ello que tal vez Illies ni siquiera haya concurrido en David Markson. Simplemente, la cosa estaba ahí. La disgregación está en el aire. La gran Cultura como un paisaje inabarcable.

5 comentarios:

  1. No entiendo por qué hay que diferenciar el best seller de lo que no se vende, tal vez haya que pensar en ir leyendo a los jóvenes en serio y hacerlos best sellers.
    De lamentos ya está llena la literatura, vamos a cambiar la palabra democracia por otra que nos inspire más.
    Estoy escuchando la guitarra de Mark Knopfler, así que ya te harás una idea.

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  2. es como diferenciar lo que tiene éxito de lo que no... yo no creo que tenga que ser necesariamente peyorativo; de hecho consumo bastantes best sellers, sobre todo de novela negra... inclusive, el libro reseñado, "1913: un año hace cien años", me parece un gran libro

    lo que yo digo es que este libro está en la estela de los, digamos, "hallazgos" de Markson

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  3. No encuentro el paralelismo por ningún lado

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  4. colección de anécdotas de personajes históricos, tono bufonesco, como de broma, no linealidad del relato, infinitud de tramas, cruzadas o no, citas, muchas citas, en torno a ellas se articula lo relatado, como si esa multiplicidad de voces, de vidas ajenas, tuviese alguna clase de sustrato...

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  5. A no ser que esté realizando un trabajo en plan técnico, los libros de citas me aburren, me sacan del tema, pero el tono bufonesco con muchas tramas me encanta, citas las mínimas com hacía D. Miguel de Cervantes y si hubiera que haberlas, con gracia y salero.
    El Lansky, ya se sabe, quiere lo mejor para ti, jiji.
    Valeria

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