lunes, 24 de marzo de 2014




En efecto, Devuélveme mi noche rota -título que nos remite a Leonard Cohen- es un cúmulo de recuerdos escritos sin seguir una pauta temporal o temática, a modo de pequeños cortocircuitos sensoriales, a veces producidos por un álbum musical, otras a una circunstancia que le lleva a rememorar un momento que le conduce al acompañamiento musical correspondiente.

Como todo libro de relatos -y este lo es, al fin y al cabo- el equlibrio no es constante. Se advierte cierta inconsistencia narrativa en las primeras páginas, que hubieran merecido un repaso estilístico para darle algo más de unidad al conjunto, roto en su propia estructura y cuyas piezas no siempre resultan fáciles de encajar. Sin embargo, superados los primeros baches, y ya sumergidos en el particular mundo de este profesor de secundaria, logra hacernos partícipes de pasajes autobiográficos entre los que destacan sus peripecias adolescentes o las anécdotas con su pareja, Silvina. Es en las reflexiones pesimistas respecto a la vida nómada y solitaria que ha de llevar, obligado por su profesión, cuando se aprecian los destellos más afortunados de su narrativa. La afinidad con una generación insatisfecha por la falta de valores, volcada en el trabajo y refugiada en un aislamiento no siempre deseado, provoca que el libro pueda encontrar su público más cercano entre lectores de la generación del autor.

Si la música es la excusa -y Morand no olvida hacer valoraciones sobre mucha de la citada en el libro-, finalmente lo importante es la propia vida. Esta obra primera, con buenos aciertos y, sí, también errores, es una representación textual en bruto, sin artificios. Un reflejo honesto de quien ha decidido exponerse a través del ejercicio literario.


http://viajeaitaca.net/devuelveme-mi-noche-rota/

1 comentario:

  1. El poblema es que toda literatura verdadera es, lógicamente, autobiográfica. luego, el talento, el estilo y la técnica modulan, ocultan, crean 'arte', pero no se debe notar demasiado.

    Cohen es grande, aunque el no es responsable de todo, por ejemplo, de su magnífica, ronca voz.

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