martes, 10 de junio de 2014







Borg se retiró a los veintiséis años habiendo ganado seis veces Roland Garros. Cuando yo era niño, esta cifra se antojaba imposible, estratosférica. Borg me parecía un deportista indestructible, maquinal. Una especie de robot perfectamente entrenado para hacer pasar la pelota por encima de la red una y otra vez, sin tregua.

Años después, comprendí que Borg se derrumbó a los veintiséis años. Se cansó de ser él mismo, el deportista implacable, el tenista robótico.

Nadal lo ha dejado en nada. Y, para colmo, con ese halo de deportista accesible, cálido, muy humano. Nadal es una especie de robot con corazón. Da la sensación de que cualquiera podría ser Nadal, con esfuerzo, con tesón y voluntad. Valores que lo definen.

Lo he leído estos días: todos pensábamos que Nadal se rompería. Su tenis exige demasiado. Demasiada tensión psicológica. Demasiado esfuerzo físico.

El tenis talentoso de McEnroe dura más. La muñeca manda. No hace falta estar tan en forma.

El tenis talentoso se ha acabado, probablemente. El talento es ahora un ingrediente más, un plus. Lo que cuenta es la gestualidad ensayada, el aguante, la potencia. No dejar nada al azar. El talento de antes se nutría de elementos imprevistos. El éxito del talento cabalgaba en el azar.

El domingo descubrí que una cadena retrasmitía en abierto y me dispuse a ver el partido de siempre. El Nadal-Djokovic tantas veces visto. Pensé que iba a ganar Djokovic, la verdad. Al principio de sus carreras respectivas, el ganador solía ser Nadal. El serbio se encontraba con el muro del mallorquín. Una y otra vez. Hasta que aprendió a no desesperarse, a ordenar sus ataques.

Pero el partido era en tierra batida y a cinco sets. Un Nadal menos motivado tal vez hubiese bajado la guardia, como le ha ocurrido varias veces esta temporada. Pero tenía a tiro de uno el récord de Sampras y no podía dejar escapar el número uno. Djokovic ha demostrado saber ganarle. Pero sabe también que ha de estar muy acertado en sus embestidas y durante mucho tiempo, y eso no siempre es posible. Nadal sigue siendo el tenista que mejor sabe jugar bajo presión. Djokovic se desconcertó al perder el segundo set y ya el partido se le hizo muy cuesta arriba. El serbio había planeado un esprint y, de pronto, volvió a surgir el fantasma de las viejas maratones. De nuevo, Nadal le estaba llevando de la mano, poco a poco, a su territorio favorito, yermo, desértico, agotador, en el que nadie como el mallorquín sobrevive.

Djokovic bajó los brazos. No se dio cuenta de que Nadal ya no es el Nadal de antes. Como Borg, parece haberse cansado de su papel. De correr buscando puntos defensivos imposibles, de que cualquier mindundi se permita atacarle y atacarle. Nadal parece haberse cansado de la marca de su tenis defensivo, el mejor de siempre. Ya es imposible revertirlo. Ya no puede hacer otra cosa. Sigue esperando el saque del rival dos o tres metros por detrás de la linea de fondo. Liftando la derecha varios metros por encima de la red. Buscando el passing shot en el último momento.

Djokovic no se dio cuenta de que Nadal, ya en el cuarto set, cosa inaudita, estaba agotado, agarrotado, lleno de calambres. Seguía atrincherado en el fondo, pero ya sin pulso, errático. Ocurrió que el serbio estaba siguiendo el guión de otras veces. Se había resignado ya hacía rato. Nadal lo había programado para perder y Djokovic no supo reaccionar.

Nadal como el Cid Campeador.

Luego, en la entrega de premios, Nadal lloró. Y su llanto a mí me supo a despedida.

Qué diferente el llanto de Nadal al de Federer. Federer, impotente, llora por lo que le han arrebatado. Federer era un campeón vencido, desplazado. Nadal, olé tus huevos, supo defender su territorio, aun en las peores condiciones y frente a un rival que posee los ingredientes tenísticos apropiados para ganarle.

Borg se vio vencido por la singular habilidad de McEnroe y entonces supo que ya nunca iba a ser el de antes. Federer se vio superado por la extraordinaria resistencia de Nadal y rompió a llorar, desesperado, como un infante desangelado.

A Nadal ya sólo le queda despedirse de sí mismo. Nadie ha osado vencerle en el territorio de la tierra batida. Nadal llora porque ama demasiado el escenario de la victoria y sabe que ha de abandonarlo. Pero se va a ir él. Nadie tiene arrestos para echarlo.

2 comentarios:

  1. Sigues con el asunto del robotizado Nadal frente al talento, y sabes sin embargo que es cuestión de dosis y que Nadal también tiene talento, pero además es un guerrero

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  2. ...todos a ese nivel tienen talento, lo que ocurre es que ya no basta, es solamente un complemento, ahogado por el físico y la potencia

    a mí lo que me jode es que Nadal le haya cogido el récord a Sampras

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