miércoles, 25 de junio de 2014




La sociedad norteamericana se psicoanaliza en sus series de ficción. Muchas de ellas son un muestrario de sus miedos. Los miedos que atacan al bienestar y la seguridad de sus familias. Los americanos convierten cualquier cosa en entretenimiento. En este caso, convierten en entretenimiento sus neurosis. ¿Qué puede haber detrás, o debajo, de la normalidad de una familia normal, de clase media? Para que la normalidad sea sublimable como entretenimiento, no basta con las psicosis normales de la gente mediocre, no bastan sus compulsividades consumistas, sus comunes desviaciones sexuales, sus ansias mezquinas, sus envidias vulgares, todo eso no basta. Detrás de la normalidad individual norteamericana, para que haya entretenimiento, tiene que haber asesinos en serie, entramados mafiosos, traficantes de drogas y, también, espías rusos. El Mr Hyde de los norteamericanos es un espía ruso que atenta contra su estilo de vida. Aparenta ser como ellos, es capaz de disfrutar, inclusive, de los privilegios de los norteamericanos, pero, al mismo tiempo, tiene un lado oscuro que conspira y atenta en contra de ellos. Lo bueno de The americans, el serial de la cadena Fox, es que no sólo es una película de espías, no sólo es una película sobre los últimos años de la Guerra Fría, sino que se permite remover los principales defectos de la normalidad norteamericana. Casa unifamiliar con jardín, coche, dos hijos, y un vecino que es amigo y a la vez enemigo. El odio y el amor por todo aquello que les rodea.

The americans juega con el suspense de un modo muy similar a Breaking bad, el exitoso serial de la misma cadena. Como si hubiesen querido continuar con la fórmula cambiando la temática y los personajes. En ambas, el protagonista (o los protagonistas, pues son dos en The americans) tiene una doble vida, un juego oculto que no debe ser descubierto. Algo muy adictivo desde el punto de vista del espectador, pues los personajes de ambas series ya se preocupan de andar siempre en el filo de ser descubiertos. En ambas, también, el antagonista tiene que estar cerca. En Breaking bad, el poli antidrogas es cuñado del protagonista; en The americans, la pareja de espias es vecina del tipo de la CIA que los está investigando. A partir de aquí, mil piruetas.

Los seriales televisivos tienen que dosificar el romanticismo. Ponerlo en suspenso. ¿Walter White se estaba desenamorando de su mujer, a medida que se reafirmaba la maldad de su metamorfosis en traficante de metanfetamina? ¿Se quieren los Jennings, a pesar de haber sido entrenados por el KGB para reprimir sus sentimientos; están empezando a amarse, ella le quiere más a él o él a ella? Todo está servido para gustar. Para que uno pique. Y yo he picado.

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