viernes, 3 de octubre de 2014




Autorretrato. Rembrandt van Rijn, hacia 1669.

El verano pasado hizo frío en Amsterdam. En pleno agosto lloviznaba. Mi mujer no se lo creía. Tiene aversión al frío. No obstante, viajaba preparada. Llenó una maleta y media de ropa muy diversa. Calculó casi cualquier posibilidad en cuanto al clima y se llevó la ropa adecuada para cada caso. La media maleta restante era mía. Sólo ropa de verano. Tuve que comprar una camisa, la más barata que encontré. Compramos también un par de paraguas. Los vendían por las calles vendedores ambulantes, a los turistas.

El día que decidimos visitar la Casa de Rembrandt llovía. Dimos una vuelta por el barrio judío. Pasamos por la zona universitaria. Dimos un rodeo por el ayuntamiento. Nos plantamos frente a la casa-museo y decidimos no entrar. Nos pidieron más de diez euros por entrar en esa casa-museo. Como en la Casa de Vermeer, en la de Rembrandt no hay cuadros del pintor. Ni siquiera vivió allí el pintor, sino en una casa cercana que no se visita. ¿Por qué las casas-museo de los pintores famosos no se construyen sobre las auténticas casas en las que los pintores residieron?

Entramos en la tienda, eso sí. En la que apenas hay suvenirs, vasos, ceniceros, camisetas. Todo muy caro.

Nos fuimos a dar una vuelta por el barrio judío.

En el Mauritshuis de La Haya encontramos un fantástico autorretrato de Rembrandt. Fechado en 1669, el mismo año de su muerte. Probablemente su último autorretrato.

¿Cuántos autorretratos pintó Rembrandt? ¿Cuántos de ellos son auténticos, de su propia mano? ¿Por qué esa obsesión por autorretratarse, desde sus inicios de pintor?

En los autorretratos se observa su evolución estilística. Los primeros los pintó a los veintipocos años. Su estilo entonces era muy minucioso, brumoso, leonardiano. A medida que pasa el tiempo la pintura de Rembrandt se va empastando, se vuelve gruesa, de trazo firme. También se oscurece. El rostro del Rembrant viejo emerge de un fondo cada vez más oscuro. El contraste es cada vez más violento; como si el personaje retratado se fuese poco a poco sumergiendo en esa misma oscuridad.

Rembrandt fue ahondando en la tragedia que expresa su propio rostro. La mirada curiosa, vivaracha, de sus autorretratos de juventud. La mirada escrutadora de sus autorretratos finales. Mirada opaca al final, con un punto de desesperación.

Los tres grandes maestros del barroco holandés fueron personalidades bien distintas. Vermeer parece obsesionado por proteger su actividad de pintor al máximo. Pintar poco, pensar mucho sus imágenes, llenas de referencias, de literatura, de significados alegóricos. Vermeer representa el equilibrio máximo, la perfecta calma. La sensualidad congelada. La pintura mental.

Hals, al contrario que Vermeer, se ciñó al escueto corsé de la pintura de retrato como profesión. Hals fue en ese sentido un pintor reduccionista, tal vez sin proponérselo. En la práctica de lo igual, año tras año, fue encontrando la diferencia. Hals fue en cierto sentido un pintor mundano, profundamente realista. Sin complicaciones alegóricas. Su pintura era la rúbrica con la que subrayaba lo que tenía delante, lo que alcanzaba a ver. Sin dobleces.

Rembrandt es otra cosa. Rembrandt fue un pintor total. Profundamente diverso, muy prolífico, desigual. Pintó por dinero y por pulsión de pintar. Pintó para sí mismo y para los demás. Enseñó a otros hasta el punto de confundirse con sus propios discípulos. Rembrandt es el arquetipo del pintor genial. La clase de pintor que explora los límites del lenguaje de la pintura de su tiempo.

A mí Rembrandt no me gusta siempre. Pero cuando me gusta, me gusta mucho.

Sus autorretratos son tal vez una parte insignificante de su obra. Uno cree que Rembrandt los debió pintar como una forma de descansar del resto de su obra: de los encargos, de los cuadros grandes, de las imágenes bíblicas, de los retratos de otros, de las imágenes de Saskia, su mujer. Los autorretratos de Rembrandt son autorreflexivos. Son las imágenes en las que el artista se piensa, se detiene a pensarse. Rembrandt probablemente entendió que el lenguaje de la pintura, como cualquier otro lenguaje, ha sido configurado para pensarse a uno mismo. Toda obra de arte ha de ser, en cierto modo, un autorretrato. Rembrandt decide entregarse al autorretrato de una manera directa, frontal.

¿Qué hubo de premeditado en los autorretratos de Rembrandt? A posteriori, revisitados, parece que forman parte de un ciclo artístico. ¿Fueron planificados los autorretratos de Rembrandt? ¿O eran, como digo, una forma de recreo? ¿Los vendía, en vida? ¿Ganaba dinero con ellos? ¿O los almacenó durante toda su vida, para ser vistos por muy pocos?

Algunos son extraordinarios por la falta de pose. El pintor no juega a sublimarse, no se ensalza. Actúa frente a su propia imagen con una extraña franqueza.

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