martes, 17 de marzo de 2015




En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.

El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.

Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.

De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar en la tarde:
Con los ojos bien abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.

Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,
Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura a causa de una florecilla
O a causa de alguna nubecilla perlada.

¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea mucho peor
Que tus débiles y vanos esfuerzos cotidianos,
Que tu arrabal pequeño burgués.

No, querido lector, mi crítico ciego,
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas, sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible...!

Tú estas a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.

No importa que mueran, como perros, tras una alambrada
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve...

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