miércoles, 22 de abril de 2015

2

En Barcelona, a la mañana siguiente, el sol luce esplendoroso. Albert Rivera sale de la mano de su hija, como todos los días, camino del colegio. En el espejo del ascensor, un poco de reojo (para disimular su imbatible vanidad delante del guardaespaldas), Albert se ha mirado los ricitos que suele dejarse caer sobre la frente. Los ricitos ocultan una incipiente alopecia. Le quedan bien los ricitos, eso piensa: como a un auténtico emperador romano. El traje perfectamente planchado, de color gris perla, pero sin corbata. Camina mesurando la velocidad. Albert no quiere parecer excesivamente apresurado.

Paran en un quiosco cercano para comprar la prensa. Se lleva todos los periódicos del día, que ha de cargar el guardaespaldas hasta llegar al coche. Su hija le pide uno de esos paquetitos de a un euro en los que vienen cuatro o cinco cromos de fútbol.

Ábremelo, papá. Albert se para en medio de la calzada a abrirle el paquetito a la niña. Algunos transeúntes le saludan, cortésmente, otros le insultan en voz baja.

¡Nos ha salido la carta invencible!, dice la niña. Messi y Ronaldo en el mismo cromo. Premonitorio, piensa Albert.

1 comentario:

  1. Je, je, mi hijo también quiere que le salga la carta invencible en esos cromos, pero de momento no hay suerte, se tiene conformar con los ídolos, y los supercrack. A Albert a lo mejor también le gustaría esa carta.

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.