jueves, 23 de julio de 2015

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Cuatro o cinco días después. Agapito Cifuentes consigue un puesto de asesor del Rey. Agapito ha tenido que inventarse una nueva identidad. Ahora se hace llamar Blayo Piñata.

El Rey ha de reunirse con los nuevos presidentes de las comunidades autónomas. Para este Rey, se trata de la primera vez. Agapito Cifuentes, esto es, Blayo Piñata, trata de asesorarle.

Qué tengo que decir, pregunta el Rey.

Nada. No importa lo que digas. No tiene ninguna trascendencia lo que tú digas, dice Blayo Piñata.

¿No?, ¡pero si soy el Rey!, dice el Rey.

¿Y qué?, dice Blayo Piñata. Y continúa diciendo Blayo Piñata: Aquí lo que cuenta es la cara que pongas cuando te hagas la foto con el susodicho en cuestión. Lo que quieras decir, dilo con el careto.

¿Y qué quiero yo decir?, dice el Rey. (Blayo Piñata hace una mueca espantada, así como diciendo este tío es imbécil.)

Nada, Rey, yo estaré cerca. Si me rasco una oreja, tú te quedas seriote como un palo; si no me rasco nada, te ríes a tus anchas. ¿Lo has estendido?, dice Blayo Piñata.

Ajá, dice el Rey.

(Esa misma noche, el Rey se durmió repitiéndose la consigna de Blayo Piñata, para que no se le olvidase al día siguiente: Si se ríe, me rasco, si no se rasca, me quedo seriote.)

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