martes, 13 de diciembre de 2016




Maylis de Kerangal tiene aspecto de mujer francesa elegante, pija y etérea. De las que mi mujer dice que no me deberían gustar porque esos gustos me hacen machista. Maylis es una Audrey Hepburn literata. Maylis tiene ese nosequé francés que nos hace creer que para los franceses la vida es una cosa placentera, que sucede así como si nada. Tiene aspecto de mujer culta pero que la cultura no le ha costado esfuerzo. Le viene dada. Maylis encierra una mentira en sí misma, que mana de su propio aspecto. De esa sonrisa suya que exhibe dulce como una pieza de fruta.

Maylis de Kerangal ha escrito un pequeño libro encantador, como es ella. El libro que más me ha interesado en mucho tiempo. Titulado Lampedusa.

Un libro que tiene el punto de vista exacto. El de quien lo ha escrito, Maylis de Kerangal. El de una pija francesa, culta y con una vida que sucede así como si nada. Pero que sabe estirar su punto de vista hasta tocar casi con los dedos el fondo de las cosas.

Encierra una idea que a mí me obsesiona: la decadencia de nosotros, de nuestra tradición cultural, nuestro arte, nuestra literatura, nuestro europeísmo, nuestro Mediterráneo. Lo viene diciendo ya mucha gente.

Y ahora Maylis de Kerangal, esa escritora de aspecto encantador, lo rubrica. Que un lugar como la isla de Lampedusa, con un significado importante en la historia de nuestra cultura (alusiones a El Gatopardo de Visconti y al escritor Giuseppe Tomasi), se convierta en el escenario de una infamia (hundimiento de una barcaza llena de inmigrantes, más de trescientos muertos), tiene que significar algo. La escritora dedica su pequeño escrito a encontrar el simbolismo exacto que define este recorrido, de lo sublime a lo infame. Para concluir que debe haber un antes y un después. Y que el después ya ha llegado.

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