jueves, 22 de junio de 2017




Merritt Tierce escribe de sexo como lo haría un hombre. Cosifica el sexo masculino como los hombres cosifican las tetas y el culo de las mujeres. Hasta el extremo de que, al leerla, la educación machista de uno elabora una vocecilla en la conciencia con intención de advertirla: ¿No te das cuenta de que te están utilizando? ¿No ves que solamente te quieren para follarte, para que se la chupes? Como si la voracidad sexual fuese cosa de hombres.

El libro de Tierce se titula Que me quieras. En inglés Love me back, que creo que no se traduce exáctamente como se ha traducido. No va solamente de sexo. Va de quererse poco, diría yo. De andar a la deriva; de perderse. De ser madre demasiado pronto y odiarse por no saber o no querer atender a una hija.

Todavía encuentro una diferencia entre la escritura de Tierce y la de un hombre. La narradora de Que me quieras se muestra, como digo, tan voraz y autodestructiva como cualquier hombre (ha habido muchos ejemplos en la literatura masculina). Sin embargo, ella lo vive como una humillación. Se entrega al sexo como una purga, con una cierta tristeza. Los grandes escritores folladores lo cuentan todo como un triunfo, como sumidos en una fiesta perpetua a pesar de lo sórdido de sus aventuras. La narradora de Tierce se está autotorturando sometiéndose a los hombres; al igual que se autolesiona cuando no puede soportar su situación.

El libro también retrata la cotidianidad de una camarera y el grupo de camareros que trabaja con ella. Su dependencia de las propinas y su precariedad. En este sentido entronca con narraciones como Historias desde la cadena de montaje, de Ben Hamper. O, quizá también, con Factótum y Cartero, de Bukowski.

La diferencia entre Tierce y Bukowski es que Tierce se halla sumida en el trabajo de camarera sin más, sin pretender ir más allá, sin buscar trascendencia y sin creer que en ella, narradora, exista nada especial. Bukowski se sumerge en el trabajo precario en Factótum y Cartero, pero establece una distancia desde el principio. Él es otra cosa.

Tierce nunca habla de libros, por ejemplo. Apenas hay un par de referencias. No pretende equipararse estéticamente con nadie. Su honestidad es enteramente material, de los hechos. Desprovista de cualquier romanticismo.

domingo, 18 de junio de 2017




Todo aquello que llamaron grunge no era más que heavy metal depresivo y pesimista.


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